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Por: Vilmar Trinta Negrón
▶ En Puerto Rico, la temporada de huracanes se extiende del 1 de junio al 30 de noviembre y los meses de agosto a octubre representan el pico de este periodo, que exige a los proveedores de salud, no solo preparación técnica, sino también liderazgo, coordinación y un compromiso firme con la resiliencia de los servicios que ofrecen. Por lo que prepararse no solo es recomendable, es un requisito legal y una obligación profesional para garantizar la seguridad de los pacientes, la estabilidad operativa de los centros de servicios médicos y una respuesta eficiente ante emergencias.
La experiencia tras el paso de huracanes como María y Fiona demostró que la planificación adecuada puede marcar la diferencia entre una atención continua y una crisis humanitaria. La interrupción de servicios críticos, como electricidad, agua o comunicaciones, puede poner en riesgo a pacientes con condiciones crónicas, dependientes de oxígeno, terapias intravenosas o diálisis. Además, muchos centros de salud enfrentan dificultades logísticas si no cuentan con protocolos de respuesta.
La preparación para emergencias en el sistema de salud de Puerto Rico está respaldada por legislación vigente y planes operacionales establecidos por las autoridades de salud. Este plan debe incluir protocolos específicos para garantizar la operación continua en caso de pérdida de servicios esenciales como electricidad, agua o combustible, así como establecer roles claros para el personal clínico y adaptar los flujos de pacientes durante una emergencia.
Además, el Departamento de Salud y la Guardia Nacional de Puerto Rico (GNPR) han reforzado su colaboración para fomentar una respuesta interagencial efectiva ante fenómenos meteorológicos. Entre sus recomendaciones figuran la coordinación entre hospitales, clínicas y municipios, el establecimiento de protocolos compartidos para el uso de generadores eléctricos, el monitoreo activo de pacientes frágiles, y la creación de canales de comunicación para la toma de decisiones conjunta durante eventos climáticos severos.
Los eventos atmosféricos no solo amenazan la infraestructura física, sino también la disponibilidad del personal, el acceso a medicamentos y el funcionamiento de sistemas clínicos y administrativos.
La telemedicina ha emergido como una herramienta clave para mantener el acceso a servicios médicos durante emergencias. A pesar de que los huracanes pueden interrumpir las comunicaciones, contar con sistemas redundantes de conectividad, como redes satelitales, permite continuar atendiendo pacientes a distancia.
Por otro lado, los registros médicos electrónicos en la nube permiten a los profesionales de la salud acceder a información vital, incluso si las instalaciones físicas se ven comprometidas.
La resiliencia del sistema de salud no depende únicamente de las instituciones médicas. Las comunidades juegan un papel crucial. Los promotores de salud comunitarios, brigadas médicas móviles y líderes comunitarios capacitados pueden ofrecer primeros auxilios, identificar necesidades urgentes y actuar como enlace con los servicios formales.
En zonas rurales o de difícil acceso, es fundamental establecer centros de salud temporales, o coordinar con iglesias, escuelas y centros comunales para brindar servicios básicos. Esta red descentralizada puede reducir el colapso de hospitales y garantizar atención inmediata.
Garantizar la continuidad de los servicios de salud durante la temporada de huracanes en Puerto Rico es un desafío complejo, pero alcanzable. Prepararse no es solo una responsabilidad institucional, sino un acto de compromiso con la salud y la vida de los pacientes. Cada proveedor tiene un rol esencial en la preparación comunitaria para enfrentar la temporada de huracanes. A mayor preparación, mayor capacidad de respuesta y recuperación.
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